Mientras en
España se
libraba una guerra entre
quienes defendían el régimen democrático establecido y la República y en Galicia los rebeldes ya campaban a sus anchas, cabe imaginarse la escena que se produjo a las puertas de la cárcel de Pontevedra un día del año 1937.
La protagonizó
una mujer desamparada,
que se desplazó desde Vilanova de Arousa hasta la capital de la provincia, llevando un colchón. Su único objetivo era que los guardias del nuevo régimen le permitiesen dejarlo allí para que se lo entregasen a su hijo.
Burlas,
amenazas y sarcasmo
fue la respuesta que le
dieron, antes de acreditar su brutalidad realizando una práctica común por entonces, le cortaron el pelo a cero para que regresase humillada a su pueblo.
Era la madre de
Paco Reirís, uno
más entre tantos miles de
detenidos
al que acribillaron a balazos en Pontevedra. Transcurridos tres cuartos de siglo desde que se produjese aquel asesinato, un grupo de vecinos
saldrán esta tarde a la
calle para homenajeralo en un acto promovido por la Asociación Cultural Roi Vicente.
Además de pagar
una deuda
pendiente con quien fue una
víctima por haber defendido la libertad, la organización de este acto también se convierte en la mejor oportunidad para dibujar los perfiles de una figura que, como tantas otras, quedaron difuminados en la niebla de
40 años de dictadura
y otros tantos de olvido.
En Paco Reirís
confluyeron dos
características, su
pronunciado
cariño por el municipio en el
que nació y la conciencia de clase que lo empujó a liderar luchas sindicales en el sector de la conserva.
Una de las
tareas en las que se
implicó a fondo fue en la
defensa de Vilanova de Arousa, y lo hizo en una época en la que sus vecinos tuvieron que hacer valer sus mejores recursos para impedir que el vecino Concello de Vilagarcía se anexionase varias parroquias limítrofes.
Como teniente
de alcalde, también
promovió una campaña de recogida de firmas destinada a impedir que alcanzasen sus propósitos los
promotores de una
campaña promovida con la
finalidad
de que Vilanova fuese absorbida por Vilagarcía.
Como miembro de
la Corporación
municipal, Paco Reirís
participó
en las gestiones que hicieron posible la apertura de la calle que une A Pastoriza con Os Olmos, y que lleva su nombre desde que lo decidió así una de las primeras corporaciones municipales, una vez restaurada la democracia, con mayoría socialista.
Pero la actividad en la que dejó impresa su huella,
y posiblemente también la
que tuvieron más
en cuenta quienes decidieron
acabar con él, fue su labor como sindicalista. En aquella
época, el sector
conservero era el más fuerte
en la economía de Vilanova y las condiciones de trabajo
que debían soportar los
operarios, a cambio de un salario mísero, rayaban con la esclavitud.
De sol a sol
era el horario que
debían cumplir, y la palabra
derechos
prácticamente carecía de vigencia. Su activismo hizo posible que se implantase la jornada de ocho horas, además de lograr que las madres con hijos lactantes dispusiesen de permisos para ocuparse de ellos.
Los jerifaltes
del franquismo no
le perdonaron la afrenta. Paco Reirís fue arrestado en Vilanova y lo trasladaron hasta Cambados, donde el Pazo de Fefiñáns había sido convertido en un centro de detención masiva.
Desde Cambados
lo llevaron
en un camión hasta Cesantes, y en esta localidad lo embarcaron hasta la isla de San Simón, que era en aquellos tiempos un campo de concentración en el que miles de personas fallecieron o esperaron la muerte.
A Paco Reirís
lo sacaron de allí
para llevarlo de nuevo a
Pontevedra,
donde lo acribillaron a balazos el día 11 de mayo del año 1937.
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9/11/2012
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