Puro placer es el título de uno de los libros
más celebrados de un escritor que ostenta el honorífico título de Embajador literario de la marihuana. Su
presencia era habitual en las veladas psicodélicas de Ámsterdam alimentadas con
mescalina y LSD. En su expediente figura la participación entusiasta en la
distribución de semillas de marihuana desde el cielo de Holanda, usando para
ello globos de juguete. Se llama Simon Vinkenoog, y además de poeta fue editor.
Annie M.G.
Schmidt es una poeta y dramaturga, autora de numerosos libros de literatura
infantil, cuyos trabajos popularizó la radio y la televisión. Cuando entendió
que había llegado el momento de convertirse en polvo de estrellas le fue
aplicada la eutanasia, tal como había solicitado.
El activismo
cultural llenó las horas de Hans van Mierlo cuando puso fin a su larga carrera
política. Este periodista, fundador de Demócratas 66, fue ministro de Asuntos
Exteriores, Defensa y Estado. Europeísta convencido y defensor de los derechos
humanos, la matanza de más de 8.000 musulmanes en Sbrenica fue el peor momento
de su trayectoria porque los cascos azules holandeses de la ONU, que deberían
evitar el genocidio, estaban a su mando. Tres veces se casó y tuvo tantas
esposas como hijos.
Periodista
también, además de escritor y poeta, Simon Carmiggelt trabajó para el Het Parool (La Contraseña) un periódico de la resistencia contra la invasión
nazi. Su hermano Jan murió en un campo de concentración y la vida le dio la
oportunidad de expresar sus reflexiones durante varios años en televisión, una
actividad que le ayudó a sobrellevar el impacto del trauma.
“Yo soy la
Segunda Guerra mundial”, anunció un día el poeta y dramaturgo Harry Mulisch. Su
madre era judía y ambos esquivaron los campos de concentración porque su padre
colaboraba con los nazis.
Un libro de
contenido sexual explícito causó un escándalo mayúsculo en la década de los
sesenta. Es obra de Jan Cremer, que además de escritor también fue pintor y
fotógrafo. No menos revuelo creaban las apariciones de Robert Jasper Grootveld
a media noche de los sábados bailando en torno a una estatua en la nube de humo
se su cigarro. “A las masas le lavaron el cerebro para convertirlas en una
manada de consumidores adictos” proclamaba este grafitero y provocador
militante del teatro callejero y de la subcultura.
Controversia
también creó en el año 1939 una creación del pintor expresionista Karel Appel.
‘Niños haciendo preguntas’ es su título y representa a un grupo de chavales
abandonados tras la Segunda Guerra Mundial. Fue tal la polémica que el mural,
instalado en el Ayuntamiento de Ámsterdam, estuvo tapado durante más de una
década. Su autor puso tierra de por medio: Brasil, Italia, México, Francia y
Yugoslavia fueron sus escalas, además de Estados Unidos.
Varias
decenas de miles de vecinos salieron a la calle para aplaudir al paso del
carruaje en el que Johnny Jordan recorrió la ciudad con su esposa para celebrar
un aniversario de la boda. Su música, al estilo de la chanson francesa, lo
convirtió en el genuino representante de Ámsterdam. Siendo niño perdió un ojo
en una pelea, era homosexual y en su historial figura un intento de suicidio.
Músico, pintor, actor y poeta era Herman Brood. Lo sorprendieron metiéndose heroína o speed en los baños de un centro de educación secundaria poco antes de protagonizar un concierto. Durante un tiempo mantuvo una relación con Nina Hagen, una berlinesa que fusionaba el punki con la ópera, y se quitó de en medio tirándose desde lo alto de un edificio. Sigue siendo la estrella más rutilante del rock and roll de su país.
Freddy
Heineken heredó de su abuelo una fábrica de cerveza, que es todo un emblema de
Holanda. Fue capaz de mantener la trayectoria ascendente marcada por sus
antecesores y amasar una enorme fortuna, de la que tuvo que retirar 35 millones
de florines (15 millones de euros) en el año 1983 para pagar a sus
secuestradores y recuperar la libertad. Este suceso se convirtió en el guion de
varias películas. Anthony Hopkins es el protagonista de una.
El hijo de
una mujer que además de ayudar a su marido en la tienda de frutas y verduras se
llamaba Johan Cruyff, un futbolista que figura entre los mejores de la historia
de este deporte y fue el líder del Ajax, un equipo con estética rockera. No
necesitó dejar de fumar para conseguirlo, y cuando el corazón le dio un aviso
se pasó al chupa-chup. Antes había tenido un hijo en su etapa en el Barcelona
F.C., al que llamó Jordi en pleno franquismo. Hacía todo lo que le pedían y
nada que le ordenasen.
Desde un
rincón en el ángulo inferior izquierdo del mural que se encuentra en el pasillo
central del Museo de Ámsterdam, Ana Frank sonríe.
Son los
componentes de la Guardia Cívica, famosos habitantes de la ciudad en la segunda
mitad del siglo XX. La figura situada en el centro es Mokum y representa a esta
cosmopolita urbe. Con un tatuaje de Rembrandt en el pecho y fumando un porro.
Entre
Kalverstraat y Nieuwezjds está situado uno de los numerosos edificios del casco
histórico de la ciudad. Era un convento hasta que en 1581 fue reconvertido en
el orfanato municipal, bajo cuyo techo convivieron alrededor de un millar de
niños y jóvenes. Desde el año 1975 es el Museo de Ámsterdam.
Un paseo por
sus salas y pasillos nos conduce hasta la recta final del siglo XII, cuando un
grupo de granjeros y pescadores llegaron hasta este enclave remontando el río
Amstel hasta llegar a su desembocadura. Para hacer habitable un terreno
pantanoso afrontaron el intrépido reto de ganar espacio al mar.
Un millón de
estacas de madera, de entre siete y treinta metros de altura, tuvieron que
enterrar en el suelo para construir diques y presas. Todos los brazos eran
pocos: hombres y mujeres trabajaron durante años, ayudados por animales de
carga. Hay pinturas que reflejan el descomunal esfuerzo realizado, pero la
prueba más tangible es un zapato recuperado entre el fango. En el corazón de la
ciudad, en la Plaza de Dam, desemboca el primero. Y llamaron Amstel-Dam (dique
de Amstel) al poblado.
La ubicación estratégica, en la ruta comercial entre el sur de Europa y los países bañados por el Mar Báltico y el Mar del Norte impulsó la actividad pesquera y comercial, impulsando la empresa de seguir avanzando en la conquista del suelo. La red de canales permitió cuadriplicar la superficie del territorio. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales se estableció en Ámsterdam y comenzó a llegar el clavo, la pimienta, la canela y la nuez moscada, entre otras especias. La colonización del sur de África, Ceylán e Indonesia le permitió importar azúcar, tabaco o cacao. La materia prima se procesaba en los molinos de viento, que se convirtieron en un elemento consustancial con el paisaje.
Y en los
albores del siglo XVII comenzó la construcción de tres vías que iban a
convertirse en las arterias de la ciudad: Harengracht (Canal de los
Caballeros), Keizergracht (del Emperador) y Prinsengracht (del Príncipe) y
rodeándolos, por el exterior, el Buitensingel se convirtió en una
fortificación. Ámsterdam se convirtió en una red formada por noventa islas, un
centenar de canales y varios cientos de puentes.
Los
cargueros arribaban al puerto y los estibadores depositaban la carga en
gabarras que bogaban por las vías de agua, en cuyo recorrido estaban instalados
miles de almacenes de varios pisos, provistos de grúas que servían para subir y
bajar los sacos con las especias, cajas y baúles.
Desde una pared del Museo nos observa, de medio lado, un melenudo llamado René Decartes el día 22 de julio del año 2012. Su figura había estado muy presente en los últimos meses de Sara Salgado como alumna de Segundo de Bachillerado del Instituto Castro Alobre de Vilagarcía de Arousa. La imagen del cuadro es la misma que observó tantas veces en su libro de texto. Loli Quinteiro le hace una foto al lado de un filósofo que apostó por la luz de la ciencia y el conocimiento contra las tinieblas del fanatismo, por lo que fue perseguido tanto en Francia como en Holanda y Suecia, donde murió, posiblemente envenenado y, presuntamente, por un cura.
Deambulando por las calles del antiguo barrio judío de Vlooienburg nos habíamos encontrado, días atrás, con un conjunto formado por un icosaedro y una estatua, la de Baruch Spinoza (o Bento, porque era de origen portugués). Judío expulsado de España por los Reyes Católicos y discípulo de Descartes, renegó de la ortodoxia. “Expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch Spinoza”, figura escrito en el Libro de Actas de la Nación tras el proceso al que fue sometido. Pero ni esta medida ni la promesa de impartir clase en la Universidad de Heidelberg le hicieron desistir de sus principios, que aplicó a rajatabla hasta sus últimos días.
El recorrido
por el Museo de Ámsterdam nos lleva ahora de la época más floreciente a unos
tiempos en los que las guerras contra Inglaterra, Prusia y Francia, unidas al
bloqueo económico, provocan una etapa de decadencia que logra superar
lentamente al retomar el comercio con varios países asiáticos. Un nuevo canal
comunica el Puerto con el Mar del Norte y se construyen varios barrios en las
zonas exteriores de la ciudad.
Los Países
Bajos no se vieron implicados en la Primera Guerra Mundial pero sufrieron la
depresión económica posterior, y en la Segunda trató de impedir la invasión por
la Alemania nazi. Era una tarea imposible. Ámsterdam fue liberada el día 8 de
mayo de 1945. “Algún día esta horrible guerra habrá terminado, algún día
volveremos a ser personas y no judíos”, había dejado escrito Ana Frank en un
diario elaborado en un edificio situado en los número 263-267 de la calle
Prinsengracht.
Cuando
concluyó la guerra y comenzó la recuperación de Europa. Cientos de miles de
emigrantes, procedentes de los cinco continentes, convirtieron a Ámsterdam en
el destino donde poner en marcha sus proyectos de vida. Volaron hasta
Schipphol, un aeropuerto situado entre tres y cinco metros por debajo del nivel
del mar. Y es así, esta ciudad acabó convirtiéndose en un caleidoscopio de
razas y nacionalidades.
Entre las paredes del Museo se escucha el latido de la ciudad. La vida cotidiana de la Burgerweeshuis (el orfanato) se refleja en el colegio, los comedores, las cocinas las habitaciones y un establo. Jurriaan Polo conduce virtualmente las visitas de miles de niños y jóvenes, que también tienen la oportunidad de conocer a Muus el Ratón, Tsjip el pollo y a la rata Rekel entre otros personajes.
También
están en su campo de visión una réplica del Café ’tManje, un pub situado en el
Barrio Rojo al que acudían prostitutas, proxenetas, y marineros, un vehículo
ecológico fabricado en la década de los sesenta del siglo XX o tres urnas de
cristal. Una contiene un librito de papel de fumar y un canuto de hachís, otra
una raya de cocaína y un tubo para esnifarla y la tercera, heroína y una
jeringuilla.
Aldert
Mantje pintó a Hitler poniendo en marcha una lavadora. Es el autor de una
amplia obra. Pintor, fotógrafo, grabador, acuarelista y retratista, domina
numerosas técnicas. Henk Schiffmacher, conocido también como Hanky Panky, es un
tatuador que se define como un experto en el campo de la decoración personal.
Son los autores del mural instalado en el pasillo central del Museo. Se titula ‘Los espíritus libres de
Ámsterdam’.
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