Sandalio Alonso de la Riva volvió sobre sus pasos nada más poner los pies en tierra firme. Se encontraba en el puerto de Valparaíso, ciudad a la que llegó a bordo de ‘Winnipeg’, un barco que había sido fletado por el gobierno de Chile, presidido por Pedro Aguirre Cerda, por iniciativa del poeta y diplomático Pablo Neruda.
Sucedió
en los primeros días de 1940, y es probable que el exalcalde socialista del
Ayuntamiento de Boñar (León) hubiese sonreído al leer la pancarta que daba la
bienvenida a los exiliados que, como él, huyeron de la Francia invadida por el
ejército de Adolf Hitler donde se encontraban escapando de una España
convertida en una carnicería al finalizar la Guerra Civil. ‘Bienvenidos,
coños’, podía leerse.
Rosina
Villaverde Otero no puede precisar qué medios usó Sandalio Alonso para recorrer
los más de 1.300 kilómetros que separan Valparaíso de Buenos Aires, con la
Cordillera de Los Andes entre los dos países y sus 4.000 metros de altitud
media. Lo que tiene presente a sus 95 años esta mujer de Vilagarcía es que los
días se le hicieron largos esperándolo.
Habían
compartido algunas tardes aprovechando la escala del ‘Winnipeg’ en el puerto
bonaerense porque pudo subir al barco, del que tenía prohibido descender
Sandalio Alonso. El motivo era que Argentina no aceptaba a los represaliados
por defender la democracia y la república en España, al contrario que Chile y
México, donde le abrieron los brazos.
Rosina
Villaverde y Sandalio Alonso se habían conocido meses antes en una cafetería de
Burdeos. Los presentaron amigos comunes, refugiados como ellos, con los que
compartían el anhelo de un futuro más justo en una Europa en llamas. Fue el
suyo un amor a primera vista y eterno.
Rosina Villaverde Otero |
Eran tiempos en los que el 40% de las mujeres españolas no estaban escolarizadas,
el porcentaje de presencia femenina en las aulas de las universidades se
situaba en torno al 15%, y la carrera que había elegido era una de las
preferidas por el rojerío. Aprender francés fue otro de sus decididos
propósitos.
Las mujeres trataban de avanzar hacia la igualdad en una España de sacristía y
procesiones, que les recetaba pata quebrada y labores del hogar, un país donde
también a quienes se definían como de izquierda y progresistas les costaba
aceptar el cambio de rol y ser coherentes con sus principios cuando les tocaba
de cerca.
Nunca
fue convencional Rosina Villaverde, y cuando dejó de ser una niña, y sus deseos
tropezaban a menudo con los designios de su padre, se mostró firme para
doblegar su voluntad, y tuvo en su madre, Rosina Otero Torres, una mujer
originaria de una familia de A Illa de Arousa, su firme aliada en los momentos
más críticos.
Elpidio Villaverde y Rosina habían hecho el viaje desde la capital de España en
un tren que chocó contra otro cuando se cruzaron en el túnel situado entre las
estaciones de Ponferrada y San Miguel de Dueñas (León) a las cinco de la
madrugada del día 23 de junio. No sufrieron un rasguño. Murieron una veintena de personas, y cuando bajaron a las vías se encontraron
con otro viajero que también había resultado ileso, Luis Pando Rivero, la
persona a la que Elpidio Villaverde había nombrado juez de Vilagarcía.
Aquella fatalidad no adquirió la categoría de presagio en la mente de un hombre
práctico y avezado en los negocios, que estaba al frente de una fábrica de
salazón en Vilaxoán (Vilagarcía), una alambrera, el Cine Fantasio y otros
negocios compartidos con su familia, como los molinos.
El
origen de la inquietud que trataba de disimular era la virulencia que estaban
alcanzando los enfrentamientos entre los militantes de los partidos de derecha
e izquierda y la información a la que había tenido acceso en su condición de
diputado.
Elpidio Villaverde |
El
diputado y exalcalde ya había sido encarcelado en 1934, durante la Revolución de Asturias. Un año después estaba acompañado por un grupo de
camaradas cuando pasó por delante del lugar donde se encontraba José Antonio
Primo de Rivera.
La
escena tuvo lugar el 17 de marzo frente al Café Poyán, situado en
la esquina de la calle Rey Daviña y A Baldosa de Vilagarcía. Los camisas azules
celebraban la constitución de la Falange Española en Galicia. Los insultos
dieron paso a las amenazas. Más tarde se escucharon disparos y murió una persona.
Elpidio Villaverde sabía que su vida no valdría nada si lo arrestaban. Para
evitarlo, subió a un barco que puso rumbo a un puerto de A Barbanza, que pudo
ser el de A Pobra o el de Ribeira, desde donde huyó a Portugal. Se fue con varios compañeros y los detuvo la policía del gobierno del dictador
António de Oliveira Salazar. Una gestión realizada por el vicepresidente de las
Cortes, Claudio Sánchez-Albornoz, les permitió recuperar la libertad. Pusieron
rumbo a Burdeos por mar.
Su mujer y sus tres hijos nada supieron de su paradero durante unos meses y
fueron de casa en casa, aterrorizadas por el temor de que en cualquier momento
fueran a buscarlas, después de haber descubierto que Elpidio Villaverde había
huido.
Las guardias cívicas tomaron las calles. Detuvieron a su hermano Jesús, un concelleiro de la Orga que fue encarcelado al fracasar un
trueque por un piloto de un avión detenido en Barcelona.
Palacios, que así se apellidaba, dio una paliza a un joven comunista en el local
de la Falange y dejó de golpearlo cuando lo dio por muerto y otro camisa azul
lo dejó escapar. Su testimonio fue definitivo. Fusilaron a Palacios.
Una
gestión realizada por los hijos vicecónsul inglés en Vigo, Cameron Walker, les
permitió conseguir unos pasaportes falsificados con los que viajaron hasta
Francia después de que Elpidio Villaverde les comunicase su paradero por medio
del alcalde de Boiro.
Descosieron
los abrigos para esconder joyas y dinero, y tuvieron que regresar cuando
viajaban hasta Vigo en el taxi, camino de Portugal, porque olvidó el pasaporte
en Vilagarcía. «Esta cabeza loca», dice Rosina Villaverde mientras dibuja una
sonrisa. Cuando la guardia lusa subió a bordo para realizar una inspección y
pedir los documentos, se hizo el silencio. «A muchos los mandaban a Badajoz,
donde les pegaban un tiro», recuerda.
Sandalio Alonso de la Riva |
Sandalio Alonso dejó a su esposa y sus cuatro hijos en la panadería de Boñar,
que fundó su abuelo y heredó de su padre, y luchó en los frentes de Asturias y
del Ebro antes de subirse a un barco que lo llevó hasta Francia en un viaje
plagado de penalidades. «Pudieron alimentarse con unas merluzas que les
regalaron los marineros de un pesquero con el que se cruzaron», recuerda Rosina
Villaverde.
Burdeos
era un ir y venir de españoles que buscaban trabajo o escapaban de la muerte.
Una noche escucharon llamar, voz en grito, a Rosina Otero. Quien lo hacía era
una hermana del vilagarciano Octavio del Río, que buscaba ayuda. Su marido era un
piloto del que comentó que llevó oro a Moscú y trajo armas de la capital de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La
situación de la economía familiar era estable porque Elpidio Villaverde seguía
cobrando su salario como diputado. En esta ciudad iban a transcurrir casi tres
años de su existencia, y a Rosina Villaverde le esperaba el acontecimiento que
cambiaría su vida.
Su dominio del francés le abrió las puertas para trabajar en el Consulado
Español, y cuando se habían asentado, en mayo de 1939, acudió a una cafetería
donde otros refugiados le presentaron a un hombre ocho años mayor que ella,
llamado Sandalio Alonso de la Riva. «Congeniamos enseguida», dice Rosina
Villaverde 74 años después.
Comprendieron con una mirada que habían nacido el uno para el otro, y
comenzaron una relación que no aprobó su padre porque Sandalio Alonso era un
hombre casado y padre de cuatro hijos. Su oposición encontró una voluntad firme
y decidida de su hija.
Pero
el tiempo de la improvisación aún no había acabado. Al igual que la información
y la intuición permitieron a Elpidio Villaverde adelantarse a los
acontecimientos y huir de España antes de que comenzase la Guerra Civil, la
observación de los acontecimientos que se estaban desarrollando en una convulsa
Europa le aconsejaron abandonar una Francia que el mariscal Philippe Pétain
entregó a Adolf Hitler en el mes de junio del año 1940.
«Nos vamos», dijo un día “era dramático escuchar las noticias que nos llegaban
de Vilagarcía. Habían acabado con casi todos nuestros amigos», lamenta Rosina
Villaverde.
No fueron fáciles los primeros tiempos en Buenos Aires. Elpidio Villaverde abrió un bar,
llamado La Casa de la Troya, que no le fue nada bien porque era un lugar «donde
casi todos los clientes debatían sobre la situación política pero casi ninguno
pagaba antes de marcha», indica Rosina Villaverde, que empezó a trabajar en una
fábrica de la empresa Nestlé.
Huyendo
de los nazis y buscando a Rosina Villaverde, Sandalio Alonso cruzó el Océano
Atlántico. Lo hizo en el ‘Winnipeg’, que inició sus singladuras en la noche del
día 2 en septiembre de 1939, abriendo los horizontes de una nueva vida a 2.365
españoles, gente de toda clase y condición que había luchado por la República,
como Sandalio Alonso, que trabajó para el Servicio de Inteligencia.
Después de unos días de fugaces encuentros en el barco, anclado en el puerto de
Buenos Aires, tras su inmediato regreso de Chile, el reencuentro no fue
aprobado por Elpidio Villaverde, y su hija se marchó de casa.
Sandalio
Alonso demostró su capacidad para los negocios y la tienda de venta de tejidos
que abrió enseguida reportó beneficios a la pareja, que se casó en la Embajada
de México. Sus padres no asistieron a la ceremonia por el rechazo de Elpidio
Villaverde.
Fotografía familiar |
Ambos compartieron horas y horas de conversación y paseos con su hermana Mariví y su esposo, Ramón Valenzuela Otero, un hombre del Partido Galeguista nacido en Silleda y detenido en A Bandeira en 1936.
«Era
la oveja negra de la familia en una familia de derechas», comenta Rosina
Villaverde refiriéndose a Ramón Valenzuela. La influencia de su familia
consiguió sacarlo de la cárcel de Santiago. Se alistó en el ejército franquista
para evitar represalias, pero el 8 de diciembre de 1937 se pasó a la República
en Cáceres, enrolándose en el Batallón de Enrique Líster.
La
guerra lo lleva hasta Barcelona, y cuando la derrota es ya inevitable, se
refugia en Francia. Ramón Valenzuela se encontraba en la cafetería de Burdeos
el día que Rosina Villaverde Otero conoció a Sandalio Alonso, y fue entonces cuando
le presentaron a la que sería su esposa, Mariví, la hermana de Rosina
«Los sacerdotes predicaban la gran cruzada contra lo que llamaban las ‘hordas
marxistas’. Se celebraban novenas y rosarios de la Aurora para obtener la ayuda
divina a favor de la Gran Causa. Gentes
que nunca tuvieron en cuenta la religión sentían despertársele de pronto el
fervor, o, al menos, ponían todo el empeño para demostrarlo», narra Mariví
Villaverde en su libro Tres tiempos y la
esperanza.
Checoslovaquia,
Portugal y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fueron los destinos de
algunos de los viajes que hicieron Rosina y Sandalio antes de regresar a
España, a finales de 1978. Cinco años después, cumplieron un deseo que albergaban
desde que se conocieron: casarse en España. La ceremonia se celebró el 23 de
marzo de 1983 en la Casa Consistorial de Vilagarcía.
(Sandalio Alonso de la Riva falleció el 19 de julio de 1988, con 84 años, y Rosina Villaverde falleció con 97, el 18 de julio de 2015. Este reportaje fue elaborado en mayo del año 2013)
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