"Siempre dijo que como le tocase una vez la Lotería, le haría un monumento al doctor Fleming. Yo creo que todos los años decía que le iba a tocar», recuerda Rosario Sánchez, la esposa de Luis Enrique Campos. Y le tocó.
Fue sonado aquel sorteo de Reyes del año
1976, porque el primer premio correspondió a Vilagarcía íntegramente. Las
dieciocho series del número 72246. Ni más ni menos que 720 millones de pesetas.
El salario base mensual en España era inferior a 15.000.
«Siempre jugaba, y en el sorteo de Navidad
le había tocado la terminación. Me acuerdo bien de que estábamos en casa de mis
suegros, con sus hermanos y toda la familia, cuando dijo ‘me va a tocar la
de Reyes’», agrega.
Habitualmente, la compraba en una administración
de A Coruña, pero aquel año se retrasó y ya no encontró toda la que quería
cuando fue a buscarla, por lo que tuvo que adquirir alguna en un despacho de
Vilagarcía.
Una parte la convertía en participaciones
que regalaba a sus numerosos clientes y amigos.
Esta costumbre se había convertido casi en
una obligación. Así lo debió de entender alguno de ellos, que llegó a
amenazarlo por haberse olvidado de entregársela, subraya Rosario Sánchez.
Antes del mediodía «me llamó mi suegra.
‘Dicen que le tocó la lotería a Ricucho, me dijo». Era el rumor habitual en
las fechas navideñas. «Qué tontería, y le hace usted caso, parece mentira, le
respondí». En esta ocasión era cierto y fueron centenares los que resultaron
beneficiados.
Luis Enrique Campos Dopazo, el día de la inauguración del monumento
Luis Enrique Campos Dopazo ya era conocido entonces
por el sobrenombre de Ricucho, que nada tiene que ver con el guiño que le
hizo la diosa fortuna. Era entonces un hombre muy popular y conocido en la
localidad y en varios municipios situados a en los márgenes de la ría de Arousa
por su intensa actividad comercial.
En el año 1954 se ganaba la vida
distribuyendo patatas, vino, piensos, cereales y otros alimentos que llegaban
en el tren a la estación y almacenaba en una nave para su posterior
distribución a minoristas y establecimientos comerciales y de hostelería.
Y siguió haciéndolo después de que un
accidente provocado por un camión, cuando se disponía a subir a su moto en la
calle Cervantes, estuviese a punto de provocarle la amputación de su pierna
izquierda aquel año.
Ricucho tampoco dejó de subir al barco a
vapor que cruzaba la ría de Arousa para visitar a sus clientes en Boiro, A
Pobra o Rianxo, hasta donde se desplazaba en la moto desde el puerto de
Taragoña después de protegerse el pecho con hojas de periódicos.
De carácter extrovertido, trabajador,
optimista y con un don natural para entablar relaciones con cualquiera y hacer
amigos, Ricucho era el rey del Carnaval. Llegadas las fiestas, la incógnita
de los vilagarcianos era saber qué representación improvisaría en compañía de su
familia. Los Campos acaparaban los primeros premios del concurso que se
celebraba en el Liceo Marítimo.
(Cuentan que su cuerpo quedó cubierto de
papeles de colores cuando sacaron del armario una sábana, sin percatarse de que
envolvía el confeti, y la extendieron sobre su cadáver en el velatorio
celebrado en su domicilio el día 14 de noviembre del año 2001. Tenía 76 años.)
Aquel grave percance, que pudo haberle
costado la vida y le obligó a permanecer internado en varios hospitales, luchar
y sufrir durante años, no cambió su forma de ser. En el Sanatorio Domínguez, de
Pontevedra, estuvieron a punto de amputarle la pierna izquierda.
Salvó la extremidad porque mantenía la
movilidad en el pie, y su tratamiento médico siguió en varios centros
sanitarios de Barcelona, donde Ricucho llegó a hacerse fotos representando el
papel de médico mientras operaba a los galenos que lo atendían.
Fue entonces, en el peor trance de su
vida, cuando hizo pública su solemne promesa de que si le tocaba la Lotería
financiaría la construcción de un monumento dedicado a Alexander Fleming, el
descubridor de la penicilina, que entonces llegaba a España de contrabando
desde Portugal, y le salvó la pierna. «Lo decía todos los años», indica su
esposa.
También anunció que, si llegaba ese día, nadie
se enteraría de la inversión económica para costearlo. Y cumplió. Hoy, nadie de
su familia tiene ni idea de la cifra, y tampoco saben qué parte de
los 720 millones de la Lotería de pesetas le tocó.
Quien podría haber desvelado el precio del
monumento era su autor, pero Alfonso Vilar también falleció. Y si fuese
preguntado por este asunto, probablemente hubiese mantenido el secreto, porque
así se lo había prometido el escultor de Vilalonga (Sanxenxo) a su amigo Ricucho.
El día 16 de enero de 1976, envió una
carta al Concello de Vilagarcía en la que aludía, en tercera persona, al
accidente sufrido y a su promesa de levantar el monumento a Fleming, «que, con
motivo de haberse visto favorecido con la Lotería de Reyes, de tan grato
recuerdo en esta población, volvió a su mente la promesa que no había podido
llevar a la realidad», indica el escrito. Lo acompañaba con lo que calificó de
«dibujos simples, ya que el original será notablemente mejorado, de lo que se
proyecta realizar».
El Gobierno local respondió afirmativamente a su
petición para permitir su instalación y a la ubicación que propuso. Fue así como el destino quiso
que se erigiese un monumento a un científico cuyo descubrimiento salvó la vida
de millones de personas en un lugar al que los vilagarcianos se dirigieron para
conducir a sus muertos, porque fue el cementerio hasta los primeros años del
siglo XX.
Inauguración del monumento dedicado a Alexander Fleming
Eran tiempos en los que los jardines del
alcalde Francisco Ravella, situados frente a la Casa Consistorial, era un lugar
llamado Campo das Cabritas, una denominación que deja a las claras que se
trataba de un espacio eminentemente rural, y los vecinos usaban el término
arrabales para referirse a la parcela que ocupan los jardines del Doctor
Fleming y el colegio Anexo A Lomba, situados a pocos metros de la Casa Consistorial.
El Gobierno local recibió con satisfacción
la propuesta de ‘Ricucho’ y le dio su autorización de inmediato. También se
comprometió a ocuparse del mantenimiento del monumento, que fue inaugurado en
la fecha más señalada de la ciudad, el 16 de agosto del año 1976, día de san
Roque.
El acto comenzó con un paseo de la
comitiva de autoridades desde el Concello hasta los jardines. Varios centenares
de vilagarcianos presenciaron el acontecimiento, presidido por el alcalde, José
Luis Nogueira, en el que también estuvo presente el vicecónsul de Gran Bretaña
en Vigo, Juan Manuel Cogolludo, y otras autoridades civiles y militares.
Alfonso Vilar y su esposa acompañaron a Ricucho y Rosario Sánchez.
Un amigo del promotor de esta iniciativa,
que pasado el tiempo acabaría convirtiéndose en el presidente de la Xunta de
Galicia, el doctor Gerardo Fernández Albor, se encargó del discurso. No pudo
acudir la viuda de Fleming, Amalia, que recibió una invitación y un álbum con
fotografías de la inauguración enviados a través de la Embajada
Británica.
En el año 1977, Luis Enrique Campos
Dopazo, Ricucho, recibía en su domicilio de la avenida del Generalísimo una
carta, escrita a mano sobre un fino papel de color azul, firmada el
día 6 de febrero en la calle Kanari 23 de Atenas por Amalia Fleming.
«Apreciado señor Campos: El embajador
británico en Atenas me ha dado un álbum con fotos del hermoso monumento que ha
dedicado usted a mi esposo. Le escribo la presente para darle las gracias y
decirle cuan conmovida estoy por el hecho de que mantuviera usted su promesa
después de 20 años», puede leerse en sus dos primeros párrafos.
«No hay duda alguna de que mi esposo
hubiera sido muy feliz de saber que había contribuido a salvar su vida. Amaba
el país de usted y a los españoles, que mostraron un aprecio semejante por su
obra.
Una vez más, deseo agradecerle su generoso
gesto y confío en que usted y su familia se encuentren con salud y felices al
recibo de ésta», concluye la misiva.
Carta de agradecimiento enviada por Amalia Fleming a la familia de Ricucho
El día 4 de julio de 1980 Amalia Fleming
se encontraba en Madrid para asistir a la Asamblea de Parlamentarios del
Consejo de Europa en calidad de diputada del Partido Socialista de Grecia. Su
fama había trascendido de la circunstancia de haber estado casada con Alexander
Fleming, porque luchó contra la ocupación nazi de su país
y la dictadura de los coroneles, además de presidir la Asociación de
Mujeres Universitarias y pertenecer a Amnistía Internacional y a la Asociación
de Ayuda a los Perseguidos Políticos.
En la capital de España dijo lo siguiente:
«Un obrero muy pobre, que se hallaba al borde de la muerte, salvó su vida
gracias a la penicilina. Recién curado, prometió hacer dinero y levantar un
busto de bronce a mi marido. Las cosas no le fueron bien, pero 20 años después
le tocó la lotería y cumplió su promesa».
Estas palabras fueron recogidas por la
prensa madrileña. Nadie le preguntó a quién se refería. Hablaba de Ricucho.
Este reportaje fue publicado el 18 de marzo de 2012
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