Un tejón de un cazador se introduce por un boquete, no era la primera
vez que le ocurría y la curiosidad de su dueño lo lleva a indagar, lo que puede observar llama su
atención, en un viaje a Barcelona comenta lo sucedido a un arqueólogo. Sucedió
en Molinos (Teruel), en 1961. Dos años después, comenzó el estudio de unas
galerías subterráneas donde agua de la lluvia, al entrar en contacto con el
aire, va cogiendo el gas dióxido de carbono y se vuelve ácida, penetrando por
las grietas de las rocas para disolverlas y erosionarlas.
Miles de años fueron necesarios para que su discurrir constante creara obras de arte naturales en las entrañas de una montaña de la comarca del Maestrazgo, donde se formaron una gran cantidad de canales, simas, galerías y salas subterráneas.
La galería principal es similar a un templo, es la Sala de Cristal. Llaman la atención las formaciones excéntricas: estalactitas (goteos del agua desde el techo) que no van en un único sentido, sino que se dispersan hacia todos lados. También se pueden ver espectaculares estalagmitas (cuando esas mismas gotas se acumulan en el suelo), banderas, coladas... infinidad de figuras sorprendentes.
Cuando se camina por estas cuevas hay que poner en marcha la imaginación: se puede ver una tarta nupcial, la Torre de Pisa, una santa sobre su peana, un gran pulpo, los Reyes Magos de Oriente, el dedo de ET un mapa de España o la catedral de la Sagrada Familia invertida, al igual que numerosas formaciones que guardan una gran similitud con las creaciones en forja de hierro, madera, cerámica o vidrio, asimétricas, sin ángulos e inspiradas en la naturaleza, nacidas de la mano del arquitecto modernista Antonio Gaudí.
La segunda galería, en un nivel inferior, es la Sala Marina, cuya
característica fundamental son las formaciones coralinas (de calcita) propios
de un espacio subacuático. Abundan las cascadas, las cortinas y los colores
intensos: blanco, rojo y verdoso, al igual que
las masas de leche de luna, formadas por acumulaciones de material calcáreo. Está al alcance
de cualquiera salir del tiempo y del espacio caminando por estos fantásticos
parajes.
Distintas especies
de murciélagos habitan estas grutas, donde se registró el hallazgo de las
mandíbulas del denominado ‘El hombre de los Molinos’, el resto humano más
antiguo encontrado en Aragón. Se calcula que puede tener entorno a 25.000 años.
El mar estuvo aquí hace millones de años. Las áreas topográficamente más bajas estaban ocupadas por llanuras aluviales que, periódicamente, eran invadidas por el mar y se convertían en plataformas marinas de poca profundidad; en ellas se depositaban fangos carbonatados y emergían algunos arrecifes. Aquellas fracturas iniciales evolucionaron hasta formar unos sistemas de grandes fallas que delimitaban depresiones.
La Península Ibérica se fue asomando
poco a poco como un conjunto de islas. Las rocas se
formaron por sedimentación, y por esta razón contienen fósiles de
animales marinos. Los procesos de erosión culminaron con un arrasamiento casi
general de las estructuras, dando un relieve llano del cual quedan retazos en
las zonas más altas. La dificultad para el drenaje del agua procedente de la
lluvia favoreció su infiltración en el subsuelo a través de las fisuras de la
caliza.
Comenzó así una labor de disolución que abrió y amplió todo un entramado de
simas, cavernas y conductos subterráneos. Un descenso del nivel del manto
freático favoreció el predominio de la erosión, la desestabilización de algunas
cavidades y el desprendimiento de bloques. A continuación se desencadenaron los
procesos de precipitación de carbonato cálcico, comenzando el crecimiento de
estalactitas, estalagmitas y columnas excéntricas.
Durante el Cuaternario, la red fluvial experimentó un encajamiento a partir del nivel de la antigua superficie de erosión, labrándose valles y gargantas. En un momento dado, una incisión del Barranco de la Graderas abrió la comunicación con el exterior de las Grutas de Cristal, situadas a una profundidad de 24 metros (en núcleo de la Tierra está a 6.000 kilómetros), a las que se accede descendiendo 132 escalones y su longitud es de 970 metros. Las galerías se bifurcan bajo la tierra, lo que significa que el trabajo de estudio y catalogación de los conductos todavía está en su punto de partida.
Puede suceder que al viajero le caiga una gota de agua en
la cabeza. Que no le llame la atención porque, aunque no hay carteles que lo
indiquen, los trabajos en esta gruta continúan: hay estalactitas cuya longitud
supera el metro, lo que significa que tienen de 10.000 años en adelante, porque
cada centímetro necesitó un siglo para solidificarse.
(Fotos cedidas por el Ayuntamiento de Molinos)
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